miércoles, 28 de octubre de 2009

Les fleurs du mal.

Parte del encanto de aprender un nuevo idioma es sin duda la posibilidad de leer (o al menos intentarlo) aquellos cuentos, novelas, canciones o poemas leídos previamente pero ahora en su idioma original. Sí, con todo lo mamón que esto resulta. Así, quiero leer el poema Au Lecteur (Al Lector) de Charles Baudelaire. Espero que el texto que reciclé de la red y que enseguida reproduzco sea el original. Después viene una traducción de... no tengo idea.


Au lecteur

La sottise, l'erreur, le péché, la lésine,
occupent nos esprits et travaillent nos corps,
et nous alimentons nos aimables remords,
comme les mendiants nourrissent leur vermine.

Nos péchés sont têtus, nos repentirs sont lâches;
nous nous faisons payer grassement nos aveux,
et nous rentrons gaiement dans le chemin bourbeux,
croyant par de vils pleurs laver toutes nos taches.

Sur l'oreiller du mal c'est Satan Trismégiste
qui berce longuement notre esprit enchanté,
et le riche métal de notre volonté
est tout vaporisé par ce savant chimiste.

C'est le Diable qui tient les fils qui nous remuent!
Aux objets répugnants nous trouvons des appas;
chaque jour vers l'Enfer nous descendons d'un pas,
sans horreur, à travers des ténèbres qui puent.

Ainsi qu'un débauché pauvre qui baise et mange
le sein martyrisé d'une antique catin,
nous volons au passage un plaisir clandestin
que nous pressons bien fort comme une vieille orange.

Serré, fourmillant, comme un million d'helminthes,
dans nos cerveaux ribote un peuple de Démons,
et, quand nous respirons, la Mort dans nos poumons,
descend, fleuve invisible, avec de sourdes plaintes.

Si le viol, le poison, le poignard, l'incendie,
n'ont pas encore brodé de leurs plaisants dessins
le canevas banal de nos piteux destins
c'est que notre âme, hélas! n'est pas assez hardie.

Mais parmi les chacals, les panthères, les lices,
les singes, les scorpions, les vautours, les serpents,
les monstres glapissants, hurlants, grognants, rampants,
dans la ménagerie infâme de nos vices,

Il en est un plus laid, plus méchant, plus immonde!
Quoi qu'il ne pousse ni grands gestes ni grands cris,
il ferait volontiers de la terre un débris
et dans un bâillement avalerait le monde;

C'est l'Ennui!- l'œil chargé d'un pleur involontaire,
il rêve d'échafauds en fumant son houka.
Tu le connais, lecteur, ce monstre délicat,
- Hypocrite lecteur, - mon semblable, - mon frère!


Al lector

La necedad, el error, el pecado, la tacañería,
ocupan nuestros espíritus y trabajan nuestros cuerpos,
y alimentamos nuestros amables remordimientos,
como los mendigos nutren su miseria.

Nuestros pecados son testarudos, nuestros arrepentimientos cobardes;
nos hacemos pagar largamente nuestras confesiones,
y entramos alegremente en el camino cenagoso,
creyendo con viles lágrimas lavar todas nuestras manchas.

Sobre la almohada del mal está Satán Trismegisto
que mece largamente nuestro espíritu encantado,
y el rico metal de nuestra voluntad
está todo vaporizado por este sabio químico.

¡Es el Diablo quien empuña los hilos que nos mueven!
A los objetos repugnantes les encontramos atractivos;
cada día hacia el Infierno descendemos un paso,
sin horror, a través de las tinieblas que hieden.

Cual un libertino pobre que besa y muerde
el seno martirizado de una vieja ramera,
robamos, al pasar, un placer clandestino
que exprimimos bien fuerte cual vieja naranja.

Oprimido, hormigueante, como un millón de helmintos,
en nuestros cerebros bulle un pueblo de Demonios,
y, cuando respiramos, la Muerte a los pulmones
desciende, río invisible, con sordas quejas.

Si la violación, el veneno, el puñal, el incendio,
todavía no han bordado con sus placenteros diseños
el canevás banal de nuestros tristes destinos,
es porque nuestra alma, ¡ah! no es bastante osada.

Pero, entre los chacales, las panteras, los podencos,
los simios, los escorpiones, los gavilanes, las sierpes,
los monstruos chillones, aullantes, gruñones, rampantes
en la jaula infame de nuestros vicios,

¡Hay uno más feo, más malo, más inmundo!
Si bien no produce grandes gestos, ni grandes gritos,
haría complacido de la tierra un despojo
y en un bostezo tragaríase el mundo:

¡Es el Tedio! — los ojos preñados de involuntario llanto,
sueña con patíbulos mientras fuma su pipa.
Tú conoces, lector, este monstruo delicado,
—Hipócrita lector, —mi semejante, — ¡mi hermano!

lunes, 19 de octubre de 2009

Jennifer Connelly

¿Qué es lo que la hace tan sexy: sus labios, el cabello ondulado que cae sobre su rostro, lo que se alcanza a adivinar en esa blusa escotada, el hombro descubierto, la boca entreabierta, su mirada diciendo "¿quieres?", el lunar cerca de los labios, los ojos delineados, la respiración sostenida, el blanco y negro? Un buen día de ocio estaba buscando fotos de chicas sexys (probablemente pornografía) y me encontré esta foto de Jennifer Connelly. Desde entonces no me canso de mirarla. Un verdadero deleite.


Creo que me enteré de la existencia de esta preciosura por la espeluznante Requiem for a dream (Dir. Darren Aronofsky, EUA, 2000). Ahí no es sólo una chica guapa, también es una buena actriz. Pero creo que sólo en esa peli. En general, es más bonita que talentosa. Ni modo, así pasa. También hay que recordar su participación en la fantástica Labyrinth (Dir. Jim Henson, 1986) al lado del maestro David Bowie. Aunque no las he visto, parece que también participó en una peli del legendario Sergio Leone, Once upon a time in America (1984) y con el famoso director de cine de terror Darío Argento en Phenomena (1985).

¡Ah, bendito internet, cuánta información!

sábado, 17 de octubre de 2009

¡Vacaciones! (digo, ¡Congreso!)


De vuelta a casa después de una semanita en Zacatecas, visita con motivo del no sé cuál Congreso de la Sociedad Matemática Mexicana. Últimamente ando más tranquis así que me lancé muy emocionado al congreso y lo disfruté bastante.

Solicité dos pláticas y me las concedieron. Así que hablé en la sesión de álgebra y en la de geometría. Y es que en la tesina estudié material de ambas áreas. En geometría hablé de gérmenes de espacios analíticos, del teorema de existencia de la normalización de estos espacios, algunos resultados relacionados como el hecho de que la normalización de una curva es siempre no singular, situación que no ocurre en dimensiones mayores. Por ejemplo, cualquier hipersuperficie en el espacio complejo de tres dimensiones con singularidad aislada es normal (esto es consecuencia de la equivalencia entre normalidad y espacios Cohen-Macaulay con singularidad aislada), luego ella misma es su normalización. Para concluir, hablé del problema de resolución de singularidades usando la modificación de Nash. Originalmente este era el tema de mi tesis pero la verdad es que no le hicimos ni cosquillas al problema. En la sesión de álgebra platiqué el resultado algebraico que permite ver a la normalización de una álgebra analítica como módulo finitamente generado sobre dicha álgebra y del resultado que expresa a la normalización como suma directa finita de álgebras analíticas.


Disfruté más la sesión de geometría. Fue en el primer día de pláticas, había bastante gente y algunos especialistas del área. Creo que salió bien. Además la geometría permite hacer dibujitos, hablar de espacios y esto siempre es más accesible en un primer encuentro con el tema. Por otro lado, la sesión de álgebra no estuvo tan bien como lo esperaba. Estaba muy emocionado de poder hablar en dicha sesión y es que el álgebra para mi es una de las razones esenciales por las que hago matemáticas y por las que me vine a La primavera. El salón de la sesión era muy alto lo que no beneficiaba para nada la acústica. Sólo tenían un par de pequeños pizarrones que los de atrás nomás no veían. Creo que también tuvo que ver que no entró gente interesada en el tema (hacia el final veía la cara de mis acongojados asistentes pidiendo que la tortura terminara). Tampoco estuvo tan mal. Al final alguien me preguntó algo que ya me olía que iban a preguntar. Así que estaba preparado. Como sea, terminé satisfecho.


Y, por supuesto, me di un tiempo para turistear. Recorrí muchas veces el centro histórico, visité algunos museos chingones (el Manuel Felguerez o el Rafael Coronel) y otros no tanto (el de la Toma de Zacatecas). Este último me decepcionó bastante. Esperaba ver alguna maqueta o algún recorrido que ilustrara cómo fue que la División del Norte avanzó sobre Zacatecas. Pero no. Nada. Algunas fotos. Lo único ligeramente rescatable es la reproducción de algunos periódicos de la época, donde se podía leer las partes del ejército federal. Y bastante tendenciosas, por cierto. Muchas decían cosas como que los rebeldes están siendo fácilmente sofocados y así por el estilo. Como bien sabemos, mi general Villa llegó y arrasó con el ejército. También caminé por la Bufa, me subí al teleférico (típico turista, con cámara y todo), conocí las minas del Edén y, lo mejor de todo, me emborraché varias veces en Las Quince Letras, cantina tradicional en el mero centro de Zacatecas. Recuerdo con mucho gusto el buen mezcal Real de Jalpa.

Otro día nos invitaron a un concierto de la filarmónica de Zacatecas. Nos presentaron el programa que llevarán al Festival Cervantino. También oímos un rato a la Banda de Música de Zacatecas. Después asistimos a una típica callejoneada en la que caminamos por el centro siguiendo a una banda mientras bebíamos mezcal que, por cierto, sabía bastante mal.


Y así, sin más, se acabó.

sábado, 10 de octubre de 2009

Hongos

En Tetela del Volcán, un pequeño pueblo de Morelos, cada temporada de lluvias hay hongos. Hongos alucinógenos. Lo hacemos: Segismundo, el Papa y yo nos lanzamos al pueblito a buscar la aventura. Y así empezó.

Llegamos al lugar, pedimos hongos. No hay. Sólo algunos enmielados. Parece que de esta manera los conservan para venderlos después. Después de un rato, nos dicen que sí tienen algunos frescos pero pocos. Vamos a ver y mis acompañantes, más experimentados, dicen que con eso basta. Al final de la jornada hasta sobraron. Ya con honguitos nos internamos en la montaña. Caminamos unos veinte minutos hacia adentro. Llevábamos tienda de campaña, tambores, una pequeña flauta, cobijas, agua y algunas frutas. Pensábamos pasar la noche ahí. Eran como las 8 o 9 de la noche. Una brillante luna llena nos iba iluminando el camino. Llegamos. Armamos la tienda, intentamos prender una fogata (sin éxito, la madera estaba muy húmeda) y nos relajamos.

Después de un rato empezamos. Hacemos un círculo alrededor de una cubeta de agua y uno a uno vamos tomando los honguitos. Primero dos. Los metemos al agua para quitarles el exceso de tierra. Entran. La cabecita no sabe a nada particular, en cambio el tallo es muy acido pero rico. Me gustaron. Se queda un rato la acidez en la boca. Otros dos. Termino comiéndome siete honguitos. Y a esperar. El efecto no es inmediato, la digestión es lenta. Algunos tocan los tambores, yo los acompaño con la flauta. Después de un rato, empiezo a sentir pesadez en el cuerpo. Veo a mis compañeros que se sientan o se acuestan. Me siento enfrente de una plantita y pienso: "A ver, háblame, muévete, ponte de colores". No sucede. Me acuesto y me empiezo a clavar un rato con las nubes. Figuritas blancas, nada espectacular. Cierro los ojos y, un poco forzadas, aparecen figuras geométricas de colores. Un poco forzado. "Ni modo", empiezo a pensar, "no va a suceder". Veo a los demás, idos. Uno de ellos no deja de reirse escandalosamente. No sucede. Mejor me levanto y me voy a caminar.

Llego a un camino que tiene dos direcciones: una medio iluminada, la otra oscura, borrosa. Naturalmente me voy por la que no distingo bien. Desde donde estaba no se veía camino pero en cuanto me acercaba aparecía a mis pies. "Así va a ser", pensé, "simplemente voy a seguir el caminito". Y si veía hacia adelante nuevamente no distinguía nada, pero en cuanto me acercaba tenía un camino a mis pies. Seguí. Llegué a una parte sin árboles y empecé a fantasear con perderme, caer desmayado, azotar. Cerré los ojos y lo intenté. Me empecé a marear. Mis rodillas temblaban. Medio me tropezaba. No sé cuánto duró esto pero de repente abrí los ojos y respiré.

Al fondo se adivinaba un camino oscuro entre los arbolitos. "Un bosque mágico", pensé. Me metí. Por momentos, la luz de la luna iluminaba el camino aunque gran parte estaba en penumbra. Estos juegos de luz le daban al lugar un aspecto tenebroso. Pero nunca tuve miedo. La naturaleza me recibía en sus entrañas sin ningún inconveniente. Por momentos, me parecía distinguir en los árboles una actitud de reyes en sus tronos, imponentes, silenciosos. Debajo de ellos me detenía y pensaba en seguir o no seguir, en cuál camino tomar, en el sentido de seguir. Lo mejor de todo era que siempre estuve tranquilo. Supongo que sobrio no habría caminado tanto. Era como si la naturaleza me dijera: "No importa, todo está en ti, escoge". Y así, sin más, seguí. Tomé otro camino y llegué hasta una reja que impedía el paso. ¿Y ahora? Recordé a mi amigo Ramiro diciéndome: "No retes a la naturaleza". Salté la reja y seguí. Pensé: "Ramiro, princesa Malèna, cuídenme". Después la princesa Malèna me confesaría que esa noche soñó conmigo. En el sueño veía mi silueta y mi mano tratando de alcanzarla. Me escuchó.

Ahora el camino era cuesta arriba. Empecé a sudar. Traía conmigo mi cobija y ya más bien la iba arrastrando. Iba sude y sude y piense y piense. Y pensaba bien, como que el rollo de que no estaba sucediendo nada hacía un rato lo olvidé y empecé a disfrutarlo. Todo lo que pensaba era bonito, no tenía miedo, cualquier cosa que llegaba a mi cabeza tenía un lado optimista y bueno. En esos momentos ya estaba totalmente encantado. Así llegué a un lugar fantástico. Había muchísimas plantas secas todas alineadas viendo a la luna, apuntando a la luna. Eso me maravilló. Tal vez era todo irreal, pero a mí me parecía que esa parte de la montaña era espectacular y estaba en ella. En esa parte no había árboles tapando a la luna así que aquella vista era simplemente maravillosa. Despues de eso estaba considerando volver pero en el fondo se veía otro caminito que seguía subiendo. Y, por supuesto, lo seguí.

Llegué a un lugar en donde alguien había estado antes porque había botellas de plástico en el suelo. Eso me molestó. Esa basura no pertenecía a ese lugar. Pero no me clavé en eso. Seguí subiendo. Un poco nada más. Llegué a un lugar lleno de hojas secas. Hice a un lado la cobija, me desabroché la chamarra y me acosté. Ya no tenía frío, ni miedo ni nada. Estaba totalmente relajado. Mi cuerpo no se movía. Sólo veía las sombras de las ramas de un árbol llenas de hojas encima de mí y la luna al fondo. Y seguí pensando. De repente, no sé cómo, me clavé un buen rato en el sonido de las risas de mis amigos. Una tras otra iban apareciendo y eso me hacía sentir muy bien. Me hacía sonreir. Y con particular fuerza, resonaba en mi cabeza la risa de la princesa Malèna.

Pensé mucho en ella. Me sentí absolutamente feliz por tenerla a mi lado, por amarla profundamente. En eso estaba cuando se me ocurrió hablarle. Me parecía perfectamente posible que me pudiera oir, tal vez en sus sueños. No emitía ningún sonido, sólo pensaba. Lo intenté. Le hablaba y esperaba un momento. No pasaba nada. Ninguna respuesta. En la espera, un silencio absoluto aparecía. Y lo volvía a intentar. No contestaba. Pero el silencio estaba ahí. Único. Mágico. Real.

Después de un rato, mis pensamientos me llevaron a otro lado, no recuerdo a dónde. Pero estaba totalmente en paz. Oía como caían las hojas detrás de mí y no me inmutaba en lo absoluto. Después de un rato finalmente me levanté e inicié el recorrido de vuelta. Y en cada lugar me detenía, agradecía y seguía. Buena parte del camino de regreso lo hice sin problemas pero cuando llegué al lugar donde estuve alucinándome con desmayarme ya no supe para donde ir. Me perdí. Caminé para un lado, no lo reconocía y volvía. Pero no volvía al mismo lugar. Y esto se repitió varias veces. Cada vez que según yo hacía un recorrido en sentido inverso llegaba a otro lugar: ¡Estaba perdido! Ya habían pasado algunas horas así que ya estaba volviendo en mí y me asusté. Estaba completamente sudado por los nervios y después de un rato de caminar y caminar, mejor me senté para tranquilizarme. Pensaba que lo peor que podría pasar era que amaneciera y mis amigos me buscarían y punto. Estarían molestos pero ni modo. Estaba en eso cuando por ahí vi un caminito más. Oscuro. No había pasado por ahí pero lo seguí. Eso fue mi salvación. Al menos pude llegar a la zona donde me quería desmayar. Y desde ahí, como de ensueño, oí a lo lejos la risa loca de mi compañero. Eso me salvó. A la chingada los caminitos, me fui atravesando entre las yerbas, terminé todo empapado pero finalmente llegué. Sano y salvo. Le agradecí a mi compañero. Me había salvado la vida.

Después de aquello pasamos el resto de la madrugada platicando nuestras experiencias y riéndonos de todo. Nos dormimos, amaneció, recogimos nuestras cositas y emprendimos el viaje de regreso a La primavera. Nos detuvimos en el camino a comer unos deliciosos tacos de cecina de Yecapixtla. Desde ahí, nos despedimos de Tetela del Volcán.

El carnaval de Zacualpan de Amilpas


Después de algunos intentos fallidos, finalmente este año nos animamos a ir a la pachanga que año con año se celebra en Zacualpan de Amilpas, Morelos, con motivo de la Fiesta de la Virgen del Rosario. El pueblo entero se pone de fiesta. Se organizan desfiles, hay carros alegóricos, algunas familias construyen mojigangas basándose en algún tema y al ritmo de tamborazos y trompetazos, todo el mundo sale a recorrer las calles baile que baile. Además, por si faltara motivación, el combustible consiste en una bebida llamada Zacualpan mezclada con Jarritos de sabores o con Coca-Cola. Yo no sé qué me bebí esa tarde pero sabía muy bien y te ponía muy contento. Nos acoplamos con la comparsa Falfán, quienes también año con año hacen vestuarios, máscaras, banderas, mojigangas, para participar en la fiesta. De paso, aprovecho para agradecerles profundamente la invitación.


Así, durante varias horas estuvimos recorriendo buena parte del pueblo siguiendo a una banda a la que no se podía permanecer indiferente. Además, en una parte del recorrido me ofrecí a ser aguador. Me dieron un par de Jarritos llenos de Zacualpan y un par de mangueritas. A la gente le da sed y la bebida debe estar disponible. Esto, por supuesto, tiene sus ventajas: un trago para ti, dos para mi. Y ni quién se ponga roñoso con que todo mundo le toma de las mismas mangueritas. La pura vida. Hicimos una escala en la iglesia del pueblo y en ese recorrido, por cierto no muy largo, se me acabaron mis Zacualpan. Afortunadamente había otros aguadores.


Después de aquello, totalmente agotados y hambrientos, terminamos en casa de la familia Falfán, donde cenamos de lo lindo: tortillas, arroz, frijoles, mole, chicharrón, papas con chorizo, picadillo y había más guisados pero no me acuerdo. Lo que desde luego recuerdo es que la cantidad de Zacualpan era muy cercana a inagotable. Seguimos bebiendo y bebiendo, empezaron las cumbias y a darle nuevamente al bailongo. Aquello estuvo espectacular. Mis piernitas lo resentieron durante varios dias.


Por cierto, durante el recorrido por el pueblo, había un montón de gente tomando fotos, así que no sé de quién son todas las anteriores. La comparsa Falfán tiene un blog y ahí las conseguí:


Y así fue. Aquello estuvo bastante divertido, por unas horas nada importó excepto bailar, beber y pasarla bien. Me despido con mi cara de satisfacción que rememora una agotadora e inolvidable jornada:

viernes, 9 de octubre de 2009

Un día en el chilango

Un buen día, no hace tanto, tuve que lanzarme al chilango a hacer un trámite más. Llegué tempranito a CU, asistí a la presentación del examen profesional de mi compañera de Mirnatitlán, entregué mi tesina y me convertí en un hombre libre.

Estaba de ánimo para un buen día cultural. Visité el CCU buscando las carteleras teatrales y me encontré con bastantes posibilidades. Sin embargo, todas tarde. Ni modo, se me va el camión para regresar a La primavera. Vi las pelis. Uff, nada se me antojó. Así que di media vuelta pero antes de irme entré al Muac. Ya había ido antes con la princesa Malèna. Había una exposición de Cildo Meireles, un artista plástico brasileño. Bien. Algunas salas imposibles, ya saben, tanta abstracción aburre. Otras, más aterrizadas, plásticamente atractivas. Pero lo que deveras me encantó fue una pieza llamada Babel (2001). Mientras recorrías las salas del museo, a lo lejos se oía un ligero murmullo, apenas perceptible. De repente, estabas de frente a una inmensa torre hecha con una cantidad considerable de radios de diferentes épocas todos prendidos a la vez y sintonizados en diferentes estaciones. De ahí el nombre. La experiencia era bastante singular. De entrada, el gran formato impresiona (¡eran un chingo de radios!) y dedicándole un poco de tiempo dándole vueltas a la torre, se creaba una verdadera sensación de confusión. Lo disfruté bastante. Ahí les dejo una foto de la pieza.


Después me lancé a la cineteca. ¡Ah, qué maravilla! Desde la entrada, llegando por el metro Coyoacán, se veía una gran manta que anunciaba el ciclo Rock en el cine, ¡a güevo! Eso me emocionó. Estaban programadas pelis sobre los Pixies, de Heavy Metal, Radiohead, Depeche Mode, Public Enemy, Metallica, Favela on Blast, Iron Maiden, Gogol Bordello, Leningrad Cowboys, entre otras. Ese día pasaban Gogol Bordello Non-Stop (Dir. Margarita Jimeno, EUA, 2007) y me apliqué. Además, en un espacio había una exposición de fotografía de Toni François, quien se dedica a fotografiar rockeros, conciertos y demás. Por ejemplo, la siguiente foto de Vicentico. ¿No les recuerda a los Caballeros del Zodiaco? Simpática, ¿no?


Así pues, entré a ver el documental sobre Gogol Bordello. Absolutamente chingón. Música viva, vibrante. Unos exiliados ucranianos, rusos o lo que sea, que llegan a instalarse en EUA y así o asá forman una bandita. Entre la batería, guitarra, violín, acordeón, bajo y percusiones, estos tipos son una verdadera fiesta. Lidereados por Eugene Hütz, esta banda gitana-punketa son la pura vida. Y como todo documental bien logrado, terminas con el corazón brincando y una sonrisota en la cara: la felicidad existe.

Después sigo con Los herederos (Dir. Eugenio Polgovsky, México, 2008), documental que retrata la vida de niños en diversas regiones del campo en nuestro país y las condiciones en las que viven. Cámara en mano, el documental nos lleva a las diversas e intensas labores que llegan a tener estos niños: pizca, construcción, trabajo en telares, la búsqueda de agua, la elaboración de alebrijes, etc. El documental es bastante conmovedor y muestra las condiciones de vida y pobreza extrema de algunas partes del campo mexicano.

Termino. Camino hasta el centro de Coyoacán, me compro un helado de avellana y me siento en la placita. Repaso el día y me doy cuenta de cuánto lo disfruté. Fue uno de esos dias en los que agradeces que el DF esté tan cerca. En la plaza se respira una fresca tranquilidad. La gente camina, saca a sus mascotas. A un lado, un Burguer King, del otro un mercado de quesadillas; enfrente, una cantina tradicional, más al fondo un Sanborns. No importa. Hay para todos los gustos. De eso se trata: tener opción.