jueves, 20 de mayo de 2010

La última de los 28's

Un año más. Esta noche me acompaña una negra modelo. Más bien, una Negra Modelo. Y al fondo, The Alan Parson's Project con Silence and I y el resto del Eye in the sky. Sí, me gusta lo viejo. Por cierto, Tobías sigue ahí.

We are two of a kind, Silence and I.

Insomnio

2:10 a.m. Otra vez despierto. No es tan tarde, hoy me fue bien. Últimamente he despertado a las 3, 4, 5, etc. ¿De qué se trata? A veces las clases, otras la beca, también la espera, incluso los mosquitos o la garganta quejándose por los malos tratos. La fuente misma. Tampoco es me queje. Se puede hacer casi exactamente lo mismo a esta hora como a cualquier otra. Ahora mismo escucho a El Alejandro, vuelvo a leer a Grigoriev y Milman, escribo aquí.

Al fondo una cumbia chaveñera y pornográfica: La regadera.

viernes, 14 de mayo de 2010

Juárez, el rostro de piedra


Pablo, el Señor Presidente, murió. Según el autor, en julio de 1872. Con esto concluye la novela Juarez, el rostro de piedra, de Eduardo Antonio Parra.

Éste se convierte en mi primer (y espero que vengan más) encuentro más o menos serio con otro eslabón de nuestra historia: los años de Benito Juárez, la Guerra de Reforma, la Intervención Francesa. Más como novela que como biografía estricta, el autor, sin seguir un orden cronológico y más bien destacando pasajes importantes en la historia de Benito Juárez, nos lleva a la cabeza de aquel hombre, a sus pensamientos, a sus dudas, a sus decisiones. De la mano de Parra vamos a Paso del Norte, a Veracruz, a San Luis Potosí, a Oaxaca, a la Ciudad de México. Asimismo nos encontramos, por mencionar algunos, a Melchor Ocampo, Guillermo Prieto, Santos Degollado, Ignacio Comonfort, los Lerdo de Tejada, Ignacio Mejía, Miguel Miramón, Maximiliano y, por supuesto, a la primerísima dama Margarita Maza.

En general me parece que la lectura es bastante amena. También es cierto que por momentos, a mi parecer, el autor se regodea demasiado en una misma cosa e incluso es repetitivo. El capítulo final, con Juárez agonizando, se extiende varias páginas diciendo una y otra vez cuánto dolor sentía el presidente en sus últimos momentos. Aún así, la novela me pareció maravillosa. Hay varios capítulos simplemente magistrales. Y buena parte del mérito está en esta manera de contar la historia, como una novela. Así, el autor nos estremece con el espeluznante capítulo Las Tinajas de San Juan de Ulúa, donde describe con gran maestría aquello por lo que pasó Juárez siendo prisionero de Santa Anna. También está aquel capítulo donde, jugando ajedrez, Juárez y Melchor Ocampo discuten el famoso tratado firmado por el embajador de Estados Unidos Robert Mc Lane y Ocampo, en el que México otorgaría libre tránsito al país vecino por ciertas zonas del país. En este capítulo Juárez le expone a un atribulado Ocampo las ventajas políticas que dicho tratado representaban. Supongo que habrá mucho que discutir a ese respecto pero ese es otro asunto. En cuanto a la novela, todo aquel diálogo es muy revelador.

Me gustó mucho encontrarme con este periodo de nuestra historia. Es de verdad un eslabón que une aquello que suena tan lejano como la Independencia (hay momentos en la novela en que Juárez y sus hombres se encuentran con personajes que algo tuvieron que ver con Miguel Hidalgo) con las primeras apariciones de personajes que determinarían el rumbo del siglo siguiente en el país (el ejemplo más obvio: el buen Porfirio).

Y ahí quedó. Queda pendiente un acercamiento más profundo a aquella época que parece ser determinante en el rumbo del país. Hay que ver más de cerca a aquellos personajes. De repente siento mucha curiosidad por dos de ellos: Melchor Ocampo y Santa Anna. Ya se van viendo los próximos proyectos.

jueves, 6 de mayo de 2010

Ausencia

Estoy vivo. Creo. Despidiéndome.