martes, 8 de octubre de 2013

Obergurgl: Entre marmotas, Heidi y singularidades.

Junio 2012. Reunión de singularólogos en los Alpes.

En junio 2012 el final se veía tan claro como un paseo en la montaña lleno de neblina. No digo que ahora el final esté nítidamente dibujado pero al menos algo se adivina al fondo del pasillo. Hace un año todo estaba por verse.

¿Y 'ora pa' dónde?
 
Llegué a Obergurgl lleno de expectativas. La idea de encerrarse en los Alpes austriacos durante un mes rodeado de matématicos interesados en las singularidades me parecía deliciosamente romántica. En los meses anteriores al evento estuve entregado a la lectura de un artículo de cierto japonés que los azares del destino llevaron a la misma montaña en la que yo debía estar en el mismo espacio de tiempo. La lectura fue (como pasa seguido en este medio) particularmente tormentosa así que la idea de encontrarme al autor produjo un sentimiento de euforia llena de esperanza. El retiro en la montaña iba a ser decisivo en el rumbo de mi tesis y, consecuentemente, en el rumbo de mi vida.


Antes del encuentro con el japonés en cuestión pasaron tres semanas de cursos sobre la resolución de singularidades. Ahí me enteré de que me mintieron. Resolver singularidades es más excitante de lo que me habían dicho. Para mi la resolución era un proceso rígido cuya existencia suele justificarse por sus dichosas propiedades geométricamente atractivas. No. Resolver singularidades es una verdadera cacería. El enemigo se mueve constantemente y es muy inteligente. Se esconde, se disfraza, miente. Y aun con toda su astucia el enemigo fue derrotado. Es bueno enterarse de todo esto. Pero yo tengo otra misión. Y el hecho de que algunos saben capturar al enemigo no me facilita nada. 


El encuentro sucedió. Nada particularmente estremecedor. Preguntas, respuestas parciales, ideas intuitivamente correctas. Tuvo que transcurrir un año más para convertir en certezas aquellas fantasías.

 ¿Final feliz?