Agosto
2013
Tal
vez fue la gran cantidad de mariguana que fumé
durante esos días lo que me hizo ver una ciudad en
paz y en perfecta armonía.
¡Amsterdam!
Como buena parte de los turistas que se dan cita en esta famosa
ciudad, yo fui motivado
por esencialmente tres cosas: la mota, Van Gogh y la zona roja.
Visité las tres y afortunadamente
no sólo eso.
Primer
día. Bajo del tren y
rápidamente me encuentro con
ríos de turistas y una larga avenida llena de MacDonalds, KFC,
pizzas o kebabs. La primera impresión no
fue muy buena. Dirijo mis pasos al museo de Amsterdam, hay que
enterarse de la historia del lugar. En
el camino me encuentro con un coffe-shop y sin dudarlo un momento
entro a preguntar si el rumor de
que ya sólo se vende mariguana a los holandeses es cierto. Nada más
falso. No, mi amigo, la
mota es para todos. Salgo con una gran sonrisa en la cara y me voy
directo al museo. Tranquilo, no
hay prisa. Voy al hotel, dejo mis cosas y vuelvo. Sí, son las 4 de
la tarde y quiero fumar. Tengo planeado
ir al cine una vez que entre en la órbita. ¿Al cine? Ah, pero no
cualquier cine. Voy al Theater Tuschinski. Dice
mi guía de turistas: Un
des plus beaux cinémas d´Europe. Peu importe le film, l´étonnant
décor Art déco de 1921 vaut
le déplacement à lui seul. O
sea, ¡un pinche cine chingón! Entro al coffe-shop y una encantadora damisela
me ofrece un menú con cierta variedad de hojas verdes. Escojo y la
misma damisela se encarga
de armarme un cigarrito y de encendérmelo. Y luego, fumo. Fumo y
fumo. Se me apaga el cigarro.
Pido un encendedor a un vecino y sigo fumando. Se vuelve a apagar. Ya
no lo prendo, ya estoy
en la órbita. Pasa un tiempo y me levanto, es hora de sentir el sol.
Saco mi mapa de turista e
intento localizar el cine. Imposible. Empiezo a caminar. Doy una
vuelta, doy otra. Llego a una esquina
muy transitada con un mapa enorme para turistas extraviados. Me
detengo a verlo para
encontrar mi camino. Imposible. Vuelvo a dar vuelta. Una más. Camino
un poco y vuelvo a pasar
frente al coffe-shop. Estoy dando vueltas en círculo. Tomo una
decisión y sigo una calle. Camino
y camino. No sé dónde estoy. Voy siguiendo al montón. Pasa un
tiempo infinito entre extranjeros,
ventanas sin cortinas y fotos de tulipanes. Me rindo, no voy a encontrar nunca el
cine. Me empiezo
a resignar y levanto la mirada. El maravilloso cine Tuschinski está
frente a mí. ¡Gracias
vida, gracias mágica hierba! Como puedo pido un boleto para Mud,
la película que
estaba a punto de empezar. Entro al cine y me encuentro en un pasillo
lleno de puertas. Imposible
saber cuál es la mía. Entro a la primera. Una sala oscura y una
cantidad infinita de
asientos me recibe. Discretamente me acomodo. Minutos después
empieza la película. Escenas
de la luna. Una voz. Una voz que conozco. No, no puede ser. Pero se
parece mucho. Un
rostro aparece en la pantalla. ¡Yolanda Abbud! ¡¡¡¿Qué pedo?!!!
¡Pinche viaje está chingón! No,
no estoy alucinando. Realmente es Yolanda Abbud. La peli se llama Elysium y empieza con una
escena de Yolanda Abbud. Y el viaje sigue. ¡Gracias vida, gracias
mágica hierba! La peli termina
y yo no acabo de creer lo que acaba de pasar. Todo el público sale y
yo me quedo ahí,
admirando la sala. Doy gracias y me voy. Siento el aire fresco de la
tarde. Una enorme alegría
me invade. Ya aterricé y estoy muy agradecido. Y ahora, ¡a la zona
roja! Ríos de turistas,
mujeres en escaparete, todas hermosas. Las chicas te invitan a pasar,
risas nerviosas. En
estas mismas calles me encontré a Poncho. ¡Ah, cabrón! Sí, ¡al
Poncho! Un amigo de mi primo
que con el tiempo también se hizo mi compa. Hay un más de un millón de habitantes en juaritos y
me fui a encontrar a un cabrón que vivía en la misma calle que yo
allá en mi tierra. ¡Cómo chingados!
¡Gracias vida, gracias mágica hierba! El Poncho acababa de llegar a
Amsterdam y
andaba dando el rol con unos compitas suyos. El resto de la noche se fue de un bar a otro y de un cigarro a otro.
¿Todo
lo anterior sucedió realmente?