domingo, 30 de octubre de 2011

Un día en la oficina



El algoritmo se detiene en algunos casos...

sábado, 15 de octubre de 2011

Una, dos, tres Pelforth

Directly from my heart to you...

EL HOMBRE:

Esta tarde, otra vez una tarde maravillosa.
Y el frío húmedo en los huesos.
Frío, es magnífico saber que hace frío. Saber.
Sin bufanda.
El cielo espeso, sólido, como a punto de caer.
No son aquellas nubes de formas imponentes… Me acuerdo, las llamábamos nubes wagnerianas.
Aquellas nubes que avanzaban hacia nosotros, aquella noche, entonces, ¿treinta años?, hace casi treinta años.
Un recuerdo tuyo.
El cielo de esta tarde, tan diferente. Igual de maravilloso, también. O más.
Verlo así, ese es tu don.
Bufanda, o mejor camiseta.
Siempre sin camiseta.
No llevar camiseta no quiere ya decir ser joven, pero no la llevas y el frío se mete mejor hasta los huesos.
El avance de aquellas nubes… Qué candidez.
La carretera mojada, algunos matorrales, la llovizna que tan pronto cesa como se reanuda, el cielo cerrado: la belleza.
La belleza sin excusas que aún se puede ver, oír, oler… Que no ha de durar.
El Paraíso no durará.
Librado a las tinieblas exteriores, allí donde no hay nada.
Ni siquiera dolor o añoranza.
Todavía no. De momento, no. Estar aquí.
Aquí, esperando.
Ahora, tu trabajo.
Aprovecharlo todo.
La manía de no desperdiciar las sobras.
Aprovechar el viento helado que se mete por el cuello.
Aprovecharte de unos pies entumecidos, de unas manos ateridas.
Aprovechar que aún hay un trabajo por acabar: ayudarla.
Que lo consiga.
Quizás más tarde explicarle tu don, pero no habrá tiempo.
El asfalto mojado brillando sólo para ti.
Desde el día, hacía muy poco que habías recibido el don, desde el día en que volvió a encontrar aquella cara.
Desde aquél día no hay nada más.
Qué le importa.
Alguna vez, presa de la fiebre, se avergüenza de pronto.
Le coges la mano, la animas, la impulsas.
¿Por qué no? Así hay un trabajo que hacer.
En el transcurso de esta tarde maravillosa, de estos últimos días espléndidos.
Ante el don, un trabajo, este consuelo.
Un consuelo inestable, que, sin embargo, te permite estar aquí, casi feliz en esta tarde avara.
El don que hace entender esta tarde avara.
Entender por fin el color plomizo del cielo, el temblor de los matorrales, la dureza del asfalto…
Entender, sobre todo, este frío húmedo que se mete en los huesos, que estremece tu cuerpo enfermo.
La enfermedad.
La condena que aguza los sentidos, que permite entender, que permite estar aquí, paciente y expectante.
Que aún no impide escuchar aquellos sonidos que más se esperan.
Que aún…, diría que…, que aún me permite escuchar el sonido de un coche al acercarse, primero a lo lejos, apenas un ligero ruido, y después, en seguida, un motor cada vez más potente, disolviendo el pánico, al menos por un rato, que me impulsa al trabajo, a resolver la espera, a intentarlo de nuevo.
Quizás pasará esta tarde, a lo largo de esta tarde maravillosa.
Quizás.
Le estoy haciendo señas.
Y sí, el coche se detiene.

DESEO
Josep M. Benet i Jornet