domingo, 18 de noviembre de 2012

Molière y yo

Allá por 1995, siendo entonces un adolescente imberbe y estudiante de secundaria, nos obligaron a asistir a un festival de teatro. O tal vez fue mi primo el que me llevó. Como sea, aquella actividad habría de determinar el rumbo de los siguientes diez años de mi vida. Las primeras dos obras pasaron prácticamente desapercibidas. Poco después vimos un montaje de El médico a palos de Molière y algo pasó. Hasta entonces mis intereses se restringían exclusivamente a tener buenas calificaciones en la escuela. La música, la literatura, el cine, los deportes; nada de eso me interesaba. De alguna manera estaba apagado. Aquel día un mundo completamente diferente al que conocía se presentó a gritos y a sombrerazos y yo quedé aturdido, impactado y fascinado. El arte acababa de hacer su aparición de manera contundente y de unas cuantas cachetadas me despertó. 

¿Y a qué viene todo esto? Ah, pues resulta que ayer (¡apenas hasta ayer!) fuimos al teatro a ver una obra de Molière en su idioma original y con una compañía francesa. 'Ora sí que Molière en su jugo. Y se trata nada menos que del gran clásico Tartuffe. El director de la obra tiene ideas más bien minimalistas (por no decir, no tiene presupuesto) así que entre tres actores, una escenografía mínima, nada de música, un cambio de iluminación bastante discreto al final, vestidos de negro y usando sólo algunos pedazos de tela para distinguir a los personajes, nos presentaron una probable versión de la obra original de Molière. Y digo probable porque el texto original fue inmediatemente censurado y parece que no se conoce. Ojalá pudiera decir que entendí cabalmente el texto y sus juegos de palabras pero lamentablemente mi nivel de francés aún no llega a tanto. Se trata de una obra de los mil seiscientos y escrita en verso, es decir, muy difícil para los no francófonos. Pero igual terminé encantado. Aunque se le pueden criticar algunas cosas, tuvo momentos simplemente deliciosos (la primera escena de Mariane y Valère fue muy divertida) y logró tenerme expectante hasta el último momento e incluso me entristeció un poco que terminara tan pronto. Cuando un espectáculo logra algo así, yo quedo más que satisfecho.

jueves, 15 de noviembre de 2012

Le film du Jeudi: Il buono, il brutto, il cattivo

Il buono, il brutto, il cattivo
(Dir. Sergio Leone, Italia, 1966)

domingo, 4 de noviembre de 2012

Marathon du Grand Toulouse 2012

¡Estoy vivo! Sufrí, sufrí mucho pero lo logré.

Tu Lus, domingo 28 de octubre, 8:45 a.m.

Cuatro meses de entrenamiento me permitieron recorrer los primeros treinta kilómetros sin el menor contratiempo: ritmo perfecto, respiración controlada, velocidad respetable, buen humor. En cambio, los últimos cinco fueron una pesadilla: calambres, cansancio absoluto, odio a la humanidad. Aún así logré llegar antes de lo que había planeado: 3 horas, 13 minutos, 50 segundos.

El disfraz: Camiseta chingona, short chingón, calcetines chingones, 
tennis chingones, muñequera para el sudor,  boleto del metro, 
reloj con cronómetro, pulsera marca-tiempo.
Y algo de comer: Unos pistachos, un snicker.

Los tiempos quedaron así:

1. El gran ganador: Benjamin Bitok (Etiopía), 02:12:21.
5. El primer francés: Cédric Pellicier (Francia), 02:19:26.
16. La primera mujer: Nataliya Lehonkova (Ucrania), 02:38:21.
333. Yo merengues: DD (México ¡a güevo!), 03:13:50.
2649. Y al final: Michael Oguntke (?), 06:11:20.

¡Ándale, le iba pisando los talones al tal Benjamin!

En alguno de los 42 kilómetros

Esto ya se convirtió en un vicio. Aunque el cansancio duró el resto del domingo, lunes y martes; y aunque volví a caminar normalmente hasta apenas hace poco, no veo el momento de correr otra vez. Esto apenas empieza.