sábado, 6 de julio de 2013

Henri de Toulouse-Lautrec

No, Henri de Toulouse-Lautrec no nació en Toulouse.

Henri nació en Albi, aquí, cerquita de Tu Lus. Nació y no creció. Chiquito como era, fue grande. 37 años de vida que empezaron rodeados de la alta burguesía francesa del sur, que recorrieron los bajos mundos de París, que conocieron la gloria y el alcoholismo y la enfermedad, y que terminaron ahí donde empezaron. A su pesar, tal vez. Yo creo que le habría gustado mucho más morir entre las frondosas piernas de alguna de sus adoradas prostitutas pelirojas.

Toulouse-Lautrec no se retrata a sí mismo: está muy feo. Tal vez eso es lo que creen que creía. Pero, en efecto, hay un solo autoretrato e incluso en éste su rostro aparece entre sombras. Al principio pintaba caballos y recurrentemente a su madre: leyendo, tocando el piano, esperando, tomando el té. Después se lanzó a París para aprender las técnicas del momento. Hizo la tarea pero la escuela no estaba hecha para él. Lautrec hizo su propia escuela. Se escuchó y se hizo caso. Que la academia pinte mitos griegos, él prefiere a las prostitutas de Montmartre. Y de un cabaret al otro, aparece la litografía y la publicidad. Y la fama absoluta. Y la Goulou y Jane Avril e Yvette Gilbert y May Milton y May Belforth. Y sus adoradas prostitutas, una y otra vez.


Lautrec no podía vivir mucho tiempo. Frágil desde el principio, estaba condenado a partir pronto. Menos mal, el mundo no estaba listo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario