miércoles, 15 de agosto de 2012

Lettres de mon moulin

Et maintenant, comment voulez-vous que je le regrette, votre Paris bruyant et noir ? Je suis si bien dans mon moulin !
- Alphonse Daudet

Algo as
í como: Y ahora, ¿cómo quieren que eche de menos su París ruidoso y negro? ¡Estoy tan bien en mi molino! Y así empiezan las Cartas de mi molino de Alphonse Daudet.


Desde hace algún tiempo he estado asistiendo a unas clases de francés en una asociación de jubiladas y jubilados que dan clases de francés gratis. Después de una entrevista con el encargado, me asignaron con cierto grupo en el que para mi enorme y grata sorpresa sólo había chicas: una holandesa, una española, una alemana, una vietnamita  y la maestra francesa. La imagen podría parecer altamente atractiva hasta que te das cuenta de que la edad promedio de las chicas anda por ahí de los 55. Por supuesto, son señoras muy guapas pero me temo que por el momento ni ellas ni yo significamos una posibilidad de romance para el otro y otras. Aun así, ¡estoy enamorado de todas ellas!

El asunto es que en dichos cursos tomamos dictado y un buen d
ía nuestra querida Marysette nos dictó unos pasajes de Lettres de mon moulin. Terminé encantado con el texto y poco después me lo compré. Se trata de una serie de cuentos que suceden en su mayoría en pueblitos franceses alejados del caos propio de las grandes ciudades. Naturalmente, hay algunos cuentos más afortunados que otros. Destaco los clásicos La chèvre de M. Seguin, que cuenta la historia de una cabra que a pesar de las advertencias de su dueño decide escaparse a la montaña donde conoce los deliciosos placeres de la libertad pero también se encuentra con el temido lobo que termina devorándosela. Ah, pero la cabra resiste una noche entera luchando por su vida y la descripción de la pelea es simplemente maravillosa; La légende de l'homme à la cervelle d'or, que cuenta la historia de un hombre que tenía el cerebro de oro (esto no tiene nada que ver con el campo pero igual aparece); o L'élixir du révérend père Gaucher, en el que se relata las aventuras de un sacerdote de una modesta parroquia que, tratando de sacarla de la ruina inminente, se inventa un elixir que lo condena a estar borracho todos los días para su gran pesar. Pero no todos los cuentos son igual de divertidos. Hay uno en particular especialmente aburrido: Les oranges. El autor dedica varias páginas a describir naranjas, lo bellas que son y lo tristes que llegan a París. Aburrimiento total.

Y as
í van pasando historias de pastores, de fiestas tradicionales, del silencio de la noche, de las estrellas, de molinos, de mulas, de curas, de viejos, de saltamontes, aunque termina, oh feroz contradicción, con un cuento titulado Nostalgies de caserne en el que el personaje principal se acuesta en la hierba, lleno de nostalgia, diciendo:

Ah ! Paris !... Paris !... Toujours Paris !

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