viernes, 5 de agosto de 2011

Life on mars ?

Hace rato leí una yahoo-noticia que decía que una especie de ovni fue visto en los cielos de Tu Lus. En la noche del lunes al martes luces verdes y amarillas fueron vistas en cielos tolosanos. Para algunos, un cometa. Para mentes más fantasiosas, una visita extraterrestre. Para mi, ni idea. Yo estaba dormidito soñando con Angelina Jolie.

Entre que sí o que no, esta yahoo-noticia me acaba de recordar un viejo amor que últimamente ha resurgido con particular intensidad: el maestro David Bowie. Por mucho tiempo estuve fascinado por la figura de este misterioso personaje. Me leí completo el especial de Mosca del Bowie y recuerdo muy bien las flores que le echaban a su primer album: Space Oddity (que no es Odisea del espacio, como la peli de Kubrick). Conocí a este señor por influencia de unos viejos amigos teatreros que se burlaban de mí porque sólo oía cumbias. Recuerdo que uno de ellos estaba encantado con el último disco de Bowie en aquel momento: Hours. Tiempo después, cuando empecé a escuchar otra cosa que cumbias, me hice de aquel disco. Excelente: ruidoso, tierno, enigmático. Un poco más tarde llegó a mis manos aquella recopilación de éxitos tan famosa. Pasó el tiempo y con él algunas aventuras. Un disco u otro aparecían sin dejar mayor rastro: Diamond Dogs, Let's Dance. Y entonces llega una revelación: The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars. Hoy por hoy, uno de mis top 5 (los otros serían Dark Side of the Moon, The Yes Album, A Trick of the Tail, Trilogy). ¡Qué cosa tan espectacular! Desde la apocalíptica Five Years hasta la oscura y melancólica Rock 'n' Roll Suicide, el disco exige sostener el aliento hasta que termina. La belleza existe y toma forma en 11 canciones y una voz.

El tiempo sigue su curso y yo estoy convencido de que nada que haga, pueda hacer o haya hecho David Bowie superará aquella intensa impresión. Aladin Sane (A lad insane, según la peli Control) pasa sin dejar una huella tan profunda (recuerdo con especial cariño Drive In Saturday). El destino puso luego en mis manos un disco de dos canciones: Life on mars? y The man who sold the world. Memorables pero aún lejos de aquel paraíso musical.

Insisto: nada puede igualar aquello que hizo Ziggy Stardust. Una vez más, un viaje al pasado me cierra la boca. Se llama Space Oddity (y no la canción, sino el disco). Es insoportable. No puede ser que la misma persona haya hecho también este álbum. Hay que divertirse con Unwashed and somewhat slightly dazed y llorar con Memory of a free festival no sin antes enamorarse de Janine en Janine o ponerse melancólico con Cygnet committee. Aquellos afortunados (como yo) que tengan en sus manos la versión extendida del disco, que incluye Conversation piece y otra versión de Memory of a free festival (grabada en dos partes) prolongarán el éxtasis durante 12 minutos y 40 segundos más.

David Bowie es Dios. No, eso es demasiado. David Bowie es un dios. Algunos han venerado la tierra, la lluvia o el sol. Yo lo venero a él. El es una de aquellas figuras paganas por las que muchos se ganaron la ira del dios supremo. He conocido la dicha. Que venga a mí la ira: ya tengo con que soportarla.  

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