domingo, 7 de junio de 2009

Pancho Villa. Una biografía narrativa


Hoy, finalmente, concluí la lectura de la biografía narrativa de Pancho Villa, escrita por Paco Ignacio Taibo II. A casi cien años del levantamiento maderista, me adelanto a los festejos que se vienen anunciando y rindo un pequeño homenaje a este revolucionario del que ahora me declaro fiel seguidor.

Resulta imposible tratar de resumir un libro de esa magnitud así que sólo intentaré dar algunas impresiones generales de la lectura. Sin duda, mi visión del afamado Francisco Villa ha cambiado. O en todo caso, ahora creo tener una. ¡Qué vida tan apasionada la de aquel hombre! Huyendo de la ley desde temprana edad, sobreviviendo la sierra de Chihuahua, dirigiendo un movimiento bélico de gran magnitud, protagonizando triunfos espectaculares, soportando traiciones, siendo derrotado, sobreviviendo después múltiples persecuciones, aguantando hambres y fríos intensos, armando guerrillas, cediendo cuando era tiempo, practicando un socialismo improvisado, hasta finalmente morir como se moría entonces: a plomazos.

No llego a entender cabalmente los motivos que lo orillaron a sumarse a la revolución. Perseguido por la ley, apenas sobreviviendo, no pareciera que la situación social le preocupara demasiado. Seguro que habrá anécdotas de Villa entregando dinero o comida al pueblo, pero en aquel momento no es una constante. Constantes los robos de ganado. Hay incluso algunos homicidios, si no de su propia mano, sí de sus acompañantes, por ejemplo, de quien sería después uno de sus más sobresalientes generales: Tomás Urbina. Como sea, es convocado a la revuelta maderista y, sin más, acepta unirse. La historia sigue su curso. Porfirio Díaz sale del país, Madero es presidente, lo asesinan y tiempo después Villa entrará a México por algún punto cerca de Ciudad Juárez (o, como dice el autor, la maravillosa ciudad con la que en 1911 habían tirado a Porfirio Díaz) para iniciar el movimiento contra Huerta en 1913.

Será en esta campaña cuando la División del Norte obtenga sus más espectaculares triunfos: Tierra Blanca, Torreón, Zacatecas. Nombres legendarios acompañan a Pancho Villa: Maclovio Herrera, Felipe Ángeles, Tomás Urbina, Rodolfo Fierro, Toribio Ortega, Trinidad Rodriguez, José Rodriguez, Eugenio Aguirre Benavides, Calixto Contreras, Raul Madero, Roque González Garza, Orestes Pereyra, Rosalío Hernández, Manuel Chao,... La lista sigue. Sin duda, Villa logró dar aquellas impresionantes batallas debido en buena medida a todos estos generales que lo seguían. Es entonces realmente desolador que, con el tiempo, la mayoría de aquellos legendarios generales lo fueron abandonando: algunos murieron en el campo de batalla, otros lo traicionaron, otros nomás por dinero, algunos más porque probablemente dejaron de creer en la lucha. El autor sugiere que Villa habría extrañado a aquellos mandos en sus tiempos de guerrilla. Probablemente así fue.

Antes de entrar en contacto con Venustiano Carranza, pareciera que Villa no tenía ningún plan político. La consigna era derrocar a Victoriano Huerta, asesino de Madero. Sin embargo, el pueblo de Chihuahua se vio beneficiado por una forma improvisada de socialismo durante el tiempo en que fue territorio villista, notablemente cuando Villa fue gobernador. Aparentemente sin planes preconcebidos, Villa, un hombre iletrado, casi analfabeta, estableció un sistema en el que ricos eran despojados de sus tierras, los precios de muchos productos fueron tremendamente abaratados, llegó a haber repartición directa de dinero entre los pobres y nacionalización de bienes de la burguesía chihuahuense. Sin grandes pretenciones, Villa estaba logrando, al menos localmente, algunos de los grandes ideales de los revolucionarios.

Y la historia sigue su curso. Huerta cae, Carranza sube al poder, la Convención de Aguascalientes no trae sino renovadas diferencias y la guerra continua, ahora porque caiga Carranza o Villa. Y en esta ocasión caerá Villa. Pecando de arrogancia y exceso de confianza, Villa es derrotado una y otra vez por el ejército de Obregón. La División del Norte terminará disolviéndose. Viene el tiempo de la guerrilla. ¿Porqué Villa no deja de pelear? Han pasado varios años de guerra, el pais necesita paz y Villa no desiste. ¿Es tan terrible que Carranza se quede en el poder? El autor de la biografía no dice mucho al respecto. Sin embargo, como veremos luego, parecía que Carranza quería seguir los pasos de Porfirio Díaz y al fracasar en su intento por imponer un presidente que lo sucedería, sus viejos aliados, particularmente Obregón, terminarán cazándolo. Así que tal vez Villa no andaba tan errado en sus intuiciones. Después, con el interinato de Adolfo de la Huerta, Villa finalmente depone las armas.

Polémica. He oído decir a algunos que la gran diferencia entre Villa y Zapata es que este último nunca se vendió. A aquellos habrá que decirles que Villa tampoco. El pleito con Carranza había terminado. Villa no tenía diferencias con De la Huerta, a quien nunca había combatido. En conferencia con el subsecretario de Guerra en ese momento, Villa pone como condiciones para su retiro salario para sus hombres, un rancho que él pagaría y permiso para conservar sus armas por razones de defensa. Villa previó que la gente diría que había depuesto las armas por un rancho y una fuerte cantidad de dinero. En palabras del autor: "la calumnia era absurda". Efectivamente, el autor habla de unos 55 mil pesos por el licenciamiento, dinero que Villa agotó repartiéndolo a viudas, amigos, mendigos y demás. Además, el rancho asignado a Villa estaba en condiciones deplorables. Abandonado desde hacía tiempo, el lugar no era habitable. Dice el autor que Luz Corral, una de las esposas de Villa, dijo: "Qué triste aspecto, parecía un panteón abandonado". Por otro lado, hay que reconocer que Villa supo usar su condición de ex-revolucionario para conseguir de cuando en cuando dinero del gobierno. Pero siempre que lo hizo, era para respaldar algún nuevo proyecto social que quería implantar en su rancho. Así creo escuelas, fuentes de trabajo muy bien pagadas e incluso intentó abrir un banco de crédito para los agricultores. Estamos en 1920. Una nueva vida empezaba para Francisco Villa. No duró mucho.

Villa es asesinado. Después de sobrevivir largas persecuciones, dirigir batallas épicas, Villa sería emboscado en Parral por unos cuantos viejos enemigos. Ahí terminaría la vida de un hombre incansable y fiel, tal vez sus mejores atributos.

Terminé de leer la biografía en la catedral de La primavera. Cerré el libro y me quedé largamente mirando la foto de la portada y una inevitable tristeza me empezó a invadir. Mágicamente, las campanas de la catedral empezaron a sonar. Aquellas fueron campanadas en honor de mi general Francisco Villa.

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