domingo, 3 de octubre de 2010

Toulouse: Tu Lus

A mi derecha, la ventana. Un avión cruza el cielo de Tu Lus. Afuera sopla el viento y las ramas de unos inmensos árboles cuyas copas alcanzan los cuatros pisos de altura (aquí estoy, en el cuarto piso, aunque hubiera estado bien estar en el sexto piso y odiar a la humanidad) se mueven de un lado a otro. Por momentos se escucha la campanilla de algún ciclista. Esta ciudad es un paraíso para los ciclistas. Esta ciudad podría ser un paraíso para mí.

Finalmente, después de meses y meses de intenso papeleo, logro llegar a este país extranjero donde casi todos hablan francés. Lleno de expectativas empiezo el último tramo de mi formación matemática profesional (y en el trance pasé del Terrorista marroquí al Gigante bailarín). Por lo pronto, las variedades tóricas, la modificación de Nash, semigrupos y varios algoritmos (todos equivalentes) que le dan sentido a lo anterior, se pasean extraviados en mi mente. No se ve pa' donde... Supongo que de esto se trata.

En este asunto de ser construido por el otro, a partir del otro, creo que ahora mismo no hay mucho de mi. Camino por las calles como lo que soy: un extranjero. Nadie me ve, nadie me escucha, nadie me entiende. Esta es una verdadera soledad. ¡Cuánta cosa! Creo que exagero un poco. Sí que he tenido contacto con los nativos de esta jungla. De hecho, a partir de esta experiencia, la construcción del otro me tiene simplemente como un típico extranjero desorientado tratando de adaptarse. Y efectivamente eso soy. Hay que agregar que el contacto ha sido intenso: recorriendo oficina tras oficina me han gritado, me han ignorado, se han reído de mi, me han repetido hasta el cansancio instrucciones o han tenido que hablarme en español. Al final, todo esto tiene su gracia.

Hasta hoy sólo  he ido un par de veces al cine (mi actividad social más importante). La segunda más afortunada que la otra. La segunda ocasión vi una peli catalana en catalán, español y en ratitos en francés. Suena locochón el catalán. Efectivamente es una mezcla entre español y francés. Es curioso este asunto de la lengua natal. Cada vez que hablaban catalán tenía que leer los subtítulos en francés y este ejercicio es conciente, cuesta. En cambio, en cuanto alguien cambiaba al español, era como música para mis oídos (que en mi caso, la música sería Emerson, Lake & Palmer o Jon Anderson, por ejemplo), el diálogo entraba con una fluidez que sorprendía. Y hablando de cine, mi gran ídolo Woody Allen me ha acompañado estos días por las calles de Tu Lus. Con motivo del estreno de su nueva peli hay carteles por todos lados. ¡Y cómo no! Según cuentan, a los franceses les gusta el maestrazo (basta recordar el final de Hollywood Ending, 2002). Así que mi viejo ídolo me acompaña en estos días solitarios en Tu Lus.


Aquí estoy, en esta ciudad del sur de Francia, terminándome una botella de vino tinto Chevalier des Bastides. Puff, me da lo mismo. Francamente no distingo nada de una botella a otra. Pero lo he de intentar. Quiero probar todos los quesos y todos los vinos y toda la comida. Quiero recorrer cuanto pueda de este lugar. Quiero poder hablar, quiero poder entender. Quiero ver todas las películas que pasan por aquí. Quiero ver teatro. Quiero escuchar música. Quiero viajar. Quiero aprender matemáticas: más y más y más. Pero también es cierto que no quiero hacer nada de esto solo. Princesa Malèna: ¡ya llega!

1 comentario:

  1. Pelooooooon!!!

    Mi hermano que gusto saber de ti y que gusto que ya estés disfrutando del privilegio de hacer lo que más te gusta y en el lugar donde más deseabas. Soy testigo de cuanto luchaste por tener lo que ahora tienes, lo mereces. Un abrazo desde la cd. de la eterna primavera.

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