viernes, 29 de mayo de 2009

Morir junto a un hombre como usted

La biografía de Pancho Villa hace otra vez su aparición para revelarme, casi diez años después, una circunstancia evidentísima de la revolución mexicana, que bien podría haber justificado un texto que a mi siempre me pareció de novela barata. Me remonto a 1999, cuando Luis de Tavira dirigió a la compañía Alborde Teatro en el montaje Felipe Ángeles, obra de Elena Garro. Por ahí aparecería un texto que me haría enfrentarme a un rostro del teatro que no conocía.

Hacia 1919, Felipe Ángeles fue aprehendido en Chihuahua y posteriormente sometido a un juicio que concluiría con su fusilamiento. Además, dos acompañantes fueron también procesados: el mayor Néstor Enciso Arce y el joven Antonio Trillo. Los dos últimos fueron condenados a años de prisión y así concluye la historia del general Felipe Ángeles. En la adaptación que hace Luis de Tavira (entre otros) de la obra de Elena Garro, se incluye una escena donde se da el veredicto: Felipe Ángeles es sentenciado a muerte. Trillo, al saber que no será ejecutado, rompe en llanto y se produce el siguiente diálogo (o algo muy cercano):

Ángeles: No llores Trillito, que nada te va a pasar.
Trillo: No general, no lloro por eso. Lloro porque no me voy a morir junto a un hombre como usted.

La sola idea de romper en llanto me asustó. En los primeros ensayos, ya sea por los nervios, la presencia del director o lo que fuera lo logré. Pero nunca volvió a suceder. Y si sucedió fue por cualquier otro estímulo menos la situación que se estaba dando. Yo quería llorar de la nada o estimulándome de otra manera. Algo que me doliera, que me hiciera sufrir. Quería sentir un sufrimiento real y lo logré buscando un dolor personal. El teatro no debería hacerse así... Sin embargo, fuera de lo melodramático del diálogo y mi poca imaginación para abordarlo hay algo que considerar.

La muerte en la década 1910-1920 en México fue una constante inevitable. Batallas, fusilamientos, traiciones, saqueos. Gran parte de aquello terminaba en muertes. El pueblo se había levantado en armas. Para algunos, aquello representaba la defensa de fuertes ideales políticos. Habría otros más bien motivados por la ambición. Sin duda, también algunos despistados que sin tener más que hacer le entraron a los balazos. Cualquiera que haya sido la motivación, muchos estuvieron dispuestos a exponer sus vidas. Incluso por un ídolo: Villa, Zapata, Obregón, Carranza, Díaz, Madero, Huerta o, ¿porqué no?, Felipe Ángeles. Me atrevería a aventurar que algunos hasta tendrían preparada una frase, un discurso o un sencillo ¡Viva Villa! por si les llegaba a tocar ser fusilados. ¿Qué podría haber llevado a Trillo a decir algo así para despedirse del general Ángeles? Desde aquella perspectiva, hay varias posibilidades. Efectivamente morir a su lado podría haber sido un gran honor. Tal vez Trillo había entendido el discurso de Ángeles por lo que le guardaba un profundo respeto. Tal vez sentía una gran admiración por aquel hombre culto y genial estratega. O una mezcla de todo.

Resumiendo: Dado el contexto pareciera que el mentado diálogo era justificable y realizable. Pero entonces yo era muy joven e inexperto. Asustado por el gran director, fascinado por la gran ciudad, la verdad es que aquello no me importaba demasiado. En cada función lo sufría y pronto lo olvidaba. Y así durante algunos meses. El problema fue que después hice de aquello un método de trabajo. Y eso sí que me fastidió.

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